viernes, 9 de noviembre de 2007


El día que nos castigó el cielo




En aquellos pueblos de cristal aún lo recuerdo


queríamos redimir la inmediatez de nuestros pasos


del pasado construido en huellas,


de la historia de un futuro de seguro


olvidado…


y tomamos la versión de lo fundado


construimos en nuestro traspatio


un inmenso y transparente lago


que nos diera leche y alimento


y nos tendiera laberintos hechos de redes


y trasmallos, ,


hay que encontrar con rapidez


grandes,


enormes explanadas


donde se asienten los pueblos y los polvos


y la vida de los siglos sea ultrajada


por la frágil sangre de los cerros.


Y en ese lugar masticamos adobe para dormir con complacencia


ensalivamos las paredes con recuerdos


(era la conformidad en cierne, aún no la hacíamos nuestra)


aprendimos de la sensibilidad en la cosecha


de maíces y lunas viejas y viajeras,


hicimos guerra


al vicio crónico de las leyendas


y todo por el viejo arraigo a tierras plagadas de promesas y profetas


–debemos separarnos–


nos decía aquel callado lago


andrógino, convertido con el tiempo en mujer;


era de pan la tierra, pan aprendido con los años


pero pan hambriento por desbaratarse y derrumbarse


sobre nuestros pies…


Y aquella gente de mujer


nos anunciaba un huracán sin mares


sobre valles acolchados de papel.


Y aquella pesca de la piel


de un agua ahora ya no transparente


sino espesa y pegajosa como miel.


Y aquel pecado que nos acercaba a la lluvia de los peces


un día nos castigó con sus ángeles de lodo


descargando eso que sólo en sueños aparece


llenando las calles de fantasmas mojados


y lavando ríos que hace centurias fueron de lava.


Misma serpiente, diferente manzano, ajeno emisario del castigo celestial, ,


hay que encontrar con rapidez


grandes,


enormes refugios y cavernas


donde se asienten las mieses y los miedos


y la vida de los siglos sea ultrajada


por la frágil sangre de los cerros.


Hace como un mes que ya no es jueves


un miércoles nos rebasó y nos permanece


un miércoles de madrugada sucia


mañana de piedra y bosques reciclados


litros de agua gris, savia de obsidiana oscura


sobre pendientes imposibles


un miércoles de simonía, geométrica armonía, precio permanente por la estancia


de sentarnos sobre tierras legitimadas por un dueño


que es mujer, es rocío y es animal que transforma su piel


cada trescientos días.


Y aún recuerdo su voz cuando bajaba por los cerros


voz de río que rezaba y que lloraba


mirada de quebranto de los pueblos


atraídos por magnetismos del color del cempasúchil


y habitados por muertos de cantera.


Hace como un mes que ya no es jueves


los miércoles de bronce no perecen


nuestros montes se cansaron de su santidad,


y bajándose del pedestal en donde estaban


llegaron hasta la puerta de la casa de mis padres


todo se detuvo en la madrugada del principio,


dejaron de ser de esponja, los cerros vestidos de terciopelo verde


dejaron de ser propiedad del agua traicionada


los peces y las redes y las aves y las manchas en las barcas y el reflejo desamparado


de la luna, de turno, nocturno…


Y aún recuerdo las cascadas de tierra mojada


y una canción de sal que por ellas bajaba


las manos, las piernas, todo dentro del agua


la lluvia dentro mojada, la muerte dentro mojada


cobijados por la drama-queen


por el vapor (aunque de frío) y la fría desesperanza, ,


hay que encontrar con rapidez


carros blancos con cruces rojas,


camiones llenos de bolsas reservadas


atestadas de nubes negras y blancas


donde se asienten los días y las diosas


y la vida de los siglos sea ultrajada


por la frágil sangre de los cerros.


Picó la víbora como cuando muerde un tronco flotando,


hoy hay más tierra que antes


crecieron los campos de piedras blandas


el lodo segó al maíz y descompuso a la mañana


por eso, hoy más que nunca, ,


hay que encontrar con rapidez


grandes, enormes momentos de calma


donde se asiente la tierra a su sitio


porque la vida de los siglos no se acaba


por la frágil sangre de los cerros


que bajó en aquella mojada madrugada.


Punto.







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