Siempre he creído que si hay algo de lo que los poetas podemos jactarnos, más allá, pero mucho más allá de la tranquilidad económica, pericia en el conducirse o una vida resuelta, es de esos extraños golpes de suerte que se nos cruzan a cada instante. Entonces, cuando suceden, la creencia de lo mágico se fortalece. Estuve tres días impartiendo un taller de poesía en la ciudad de Tepic, Nayarit, México, los pasados 22, 23 y 24 de septiembre de este 2011. En esos tres días la magia se nos vino, como avalancha, encima.
Llegué a la ciudad de Tepic la tarde del jueves 22, poco antes de comenzar con la primera sesión del taller. Estaría coordinando el taller ráfaga de poesía contemporánea "Inmersa Palabra" que en tres tardes hace un recorrido por las formas de la poesía que se encuentran en mayor uso hoy en día. El colectivo anfitrión, quienes me habían brindado el honor de compartirles, era el grupo de La Jerga, un colectivo literario de Tepic que realiza durante el año actividades importantes con niños y jóvenes en pro de la lectura y la escritura creativa.
Llegando a la central de camiones tuve que tomar un taxi al centro, al Café Kahlo donde haríamos las sesiones de taller. Tan pronto puse un pie en el auto el taxista comenzó a quejarse conmigo sobre los postulantes a gobernador del estado. En los 20 minutos que hizo el taxi tuve un impresionante panorama de la situación política del estado, actualizado y sin pedirlo, con todo lujo de detalles de los vicios y virtudes de los candidatos. Ese fue un curso tremendo sobre política y gentilicio de Nayarit, contundente y económico (siempre he creído que los taxis en Tepic son de los más baratos de México: recorren kilómetros y kilómetros por veinte pesos). Cuando llegamos al lugar, antes de bajarme le dije al amable caballero: "vengo a coordinar un taller literario, soy poeta"; él hizo un sonido como de "¡ups!" y dijo: "siento haberlo molestado, joven". Cuando le alcancé el billete le dije: "no se preocupe, estoy acostumbrado a casi todo".
En el café ya me esperaban Ramsés Ruiz y Fabiel Luna, dos de los compañeros que me habían invitado. El resto de los asistentes fue llegando poco a poco. La tarde de taller corrió sin contratiempos. Al terminar comimos algo y bebimos unas cervezas que milagrosamente aparecieron en el refrigerador del café (destaco que en el café no se venden bebidas que embriaguen). Antes de regresar a casa de Larissa Vargas y Fabiel Luna, donde me instalaría por esos tres días, pasamos por más parque para atravesar el resto de la noche. Las horas que siguieron se nos fueron en hablar de literatura y engrandecer la fraternidad. Después hubo que dormir.
En las primeras horas del viernes ya habíamos despertado. Tras unos tacos de carnitas que literalmente no tienen nombre me dispuse a trabajar el resto de la mañana en mis notas.Ya por la tarde, con Fabiel de regreso salimos a una tienda cercana por unas caguamas de Tecate, lo más bebido en Nayarit, y unos jugos de tomate con almeja. Ya instalados en la casa los preparamos. Hubo un momento en el que le dije a Fabiel, sin mayor intención que la de sólo decir en voz alta: "para que esto esté perfecto sólo le falta un toque de limón". Ni bien había acabo de decir la frase cuando alguien se asomó por la ventana y dijo: "buenas tardes, ¿no compran limones recién cortados de mi árbol casero? A diez pesos la bolsita, a diez". Fabiel y yo nos miramos con cara de poquísimas palabras. Comprada la necesaria bolsa de limón Fabiel me dijo en un tono que no olvido: "Poeta, el universo está de tu lado esta tarde". "Afortunadamente", le contesté.
Entrada la tarde comenzamos la segunda sesión de taller en el Café Kahlo. Revisamos a algunos poetas, repasamos algunos recursos y le dimos a la poesía entre todos con una entrega que en Tepic siempre me ha sorprendido. Ya por la noche, en grupo de compañeros nos fuimos al bar Mirash. A pesar del nombre celestialmente kitsch se trataba solamente de un lugar con mesas de billar y asientos donde se puede escuchar los fines de semana a una banda en vivo. Las caguamas de Tecate llegaban sin reparo y sin retraso; en un momento de la noche le comenté al joven y talentoso poeta Sherguev Salayen: "estaría bueno que tocaran tal canción, esa me late". De nuevo, no había terminado la oración por completo cuando la banda comenzó a tocar precisamente la canción que estaba diciendo. Sherguev me sonrió con cierta complicidad. "Afortunadamente", pensé de nuevo. Reunión nocturna en casa de Fabiel y Larissa, el día siguiente sería mi último día de taller así que había que optimizar cada minuto. La poesía, como siempre, inundó aquella pequeña sala donde estábamos todos los que debíamos estar.
Para el medio día del sábado los compañeros del colectivo la Jerga habían organizado una comida tradicional de Tepic en honor a todos y a todo, con suficientes camarones como para poder comer, después vender, después regalar y todavía para aventar pa' arriba a guantes llenos. Así que por la tarde comenzaron a llegar y poner todo al punto. Preparar camarones es toda una faena (en Aguachile, Consomé y Camarones al Ajo); a pesar de lo simple me dio la impresión de que antiguos y sagrados ritos se deben llevar a cabo: ceremonias frente al crustáceo, pasos que no deben saltarse jamás, paciencia que se logra con la suma de la costumbre y los olores que emanan de la cocción, sobar, picar, licuar y cocer con todo respeto; en fin, más sorprendido no podía estar.
De allí nos dirigimos al Kahlo, a terminar la última sesión. Sería un abuso decir que el taller fue todo un éxito; si lo hago es sólo por mencionar la calidad y entrega de todos los asistentes. Para mi fue, como siempre, un honor. Nos despedimos con la promesa de volvernos a ver con el tiempo. Los abrazos y el despedirse con el corazón todo el tiempo a flor de piel. Sin embargo, quedaba algo más por completar: esa misma noche, en el mismo Café Kahlo, presentaría mi nuevo libro "Capítulo Primero: Amanece Luz" acompañado por el poeta y hermano Rodolfo Dagnino.
Antes de terminar la última sesión del taller llegaron Rodolfo Dagnino, Erick Valtierra y Cathy Mallen, como quedaban algunos minutos para terminar tuvieron que esperar y escuchar aquel rollo que traíamos. Después, todos listos para la presentación, con el Café Kahlo lleno, escuché pacientemente las lineas que el poeta Rodlfo Dagnino leía sobre mi libro. Todo lo que dijo (un honor que no podré terminar de agradecer en esta vida) fue la preparación perfecta para la lectura de algunas piezas de la obra. No había mucho más que decir del libro pues ya todo había sido abarcado, así que leí algunos poemas, de pie, como siempre, con todo el aliento y todas las fibras del corazón. Fue, quizá, una de las presentaciones más sentidas que he vivido en aquella ciudad nayarita.
Después de la presentación, Rodolfo, Erick y Cathy, literalmente me secuestraron para llevarme a una recóndita y remota fiesta de cumpleaños, cuyo cumpleañero, a pesar de los tacos de guisado y las cervezas, nunca pude averiguar quién demonios era entre tanta gente. Sin embargo, la fiesta fue una sensación, estuvimos allí por horas y grados ascendentes de ebriedad: risas y gritos a todo pecho. Entrada la madrugada Rodolfo me llevó de regreso a casa de Fabiel y Larissa. Para mi sorpresa los compañeros seguían allí contra toda tempestad. Los acompañé hasta que casi amaneció, esa era la última noche que pasaría con ellos en este año.
Al día siguiente un viaje al maravilloso estero de La Tovara me esperaba. Mientras me dirigía hacia allá, tratando de recuperar algunos minutos más de buen sueño pensé: "Afortunadamente, muy afortunadamente (sic)".
Aquí aprovecho para agradecer a todos en el Café Kahlo, a el colectivo La Jerga, por supuesto a Rodolfo Dagnino, Erick y Cathy, y a todos los que asistieron al taller. Agradezco también a Tepic, por entregarme en tres días una necesaria dosis de magia para no perder jamás el rumbo. Gracias a todos.
Llegando a Tepic.
El Café Kahlo.
Interior del lugar.
Imágenes de Frida Kahlo.
Los asistentes al taller.
Con el poeta Sherguev Salayen.
Con Israel Ríos y Hanna Figueroa, compañeros del taller.
Tradicionales camarones al ajo, pa aventar pa arriba.
El poeta Rodolfo Dagnino en la presentación del libro "Capítulo Primero: Amanece Luz".
Antes de la presentación del libro.
Leyendo algunos poemas.
En la lectura
Los compañeros del taller de poesía.
El estero de La Tovara, en Nayarit.
Cocodrilo... enorme.
Puma de la selva nayarita.