miércoles, 7 de septiembre de 2011

Taller Inmersa Palabra en el Malasangre, Guadalajara 2011.


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Estar tres días en Guadalajara, coordinando el taller de poesía Inmersa Palabra, fue un suceso que debo narrar. El taller se programó para impartirse los días jueves 1, viernes 2 y sábado 3 de septiembre en el bar y escenario poético Malasangre de aquella ciudad. Pensar en ir y regresar a Chapala cada día estaba desde el inicio descartado así que me dispuse a intensificar mi breve estadía por la capital tapatía y parece que dio resultados muy buenos. Llegué a la ciudad con una pequeña maleta directamente al Malasangre, era jueves, primer día de taller. Al poco tiempo de instalado en el lugar llegaron los compañeros que asistirían al taller, éste se dio sin ningún contratiempo. Tras la primera sesión del taller, en la que revisamos los conceptos y funciones de la poesía, el proceso natural por el que pasa el poeta y el compromiso que debe asumir con su trabajo se presentó en el mismo espacio el libro Adicciones Permitidas, de Arturo Accio. La presentación y lectura fue breve pero cumplió con su cometido, el libro de Accio contiene ese estilo ácido, con un trabajo gráfico interesante del artista francés Flo, editado por La Rueda Cartonera al cargo de Fer Zaragoza, Lorena Baker y Sergio Fong. Terminada la actividad recibí una invitación de mis amigas Siara y Cristina Nuño para vernos en el Laboratorio de Artes de Artes Visuales (LARVA) con unos compañeros de Cristina, con la intención de hacer el recorrido de media noche del conocido Panteón de Belén, patrimonio de la ciudad. A pesar de haber nacido en Guadalajara jamás había hecho ese recorrido. Es hermoso, la arquitectura no tiene par, específicamente la muestra de distintos estilos en los mausoleos que allí descansan. Nos dieron un complejo paseo por las leyendas del niño que sale por las noches a jugar, del árbol que cubre la tumba del vampiro de Guadalajara; de Santiago, el suicida cuya sombra aún se proyecta en las paredes del Viejo Hospital Civil, del pirata de las costas de Colima que aún guarda el secreto de dónde reposa su tesoro hasta que alguien tenga el valor de rezarle un rosario a media noche. El nivel de tensión es espectacular, todas las luces son apagadas durante el recorrido, el sonido de las sirenas de las ambulancias rumbo al hospital genera una atmósfera apropiada, el cuidado que tienen de la construcción, de cada muro y escalón del cementerio me tienen sorprendido. Al final lo que se puede sentir muy al fondo es el asombro de estar rodeado por la ausencia, por la energía que genera la muerte y lo que se cuenta de ella en quienes allí descansan, dicho sea de paso, algunos célebres tapatíos. Al terminar tomé mi pequeña maleta con dos rueditas que cada vez se separan más y me dirigí a la avenida. Un taxi me llevó entrada la madrugada a casa del poeta Mariano Espinal, gran amigo quien me esperaba con la hospitalidad de siempre.



El día siguiente lo pasé recorriendo el centro y la zona de Américas y Chapultepec. Por la tarde continuamos el taller en el Malasangre. Esa ocasión revisamos algunas importantes figuras poéticas, algunos elementos técnicos y comenzamos con el cuidado de los textos compartidos. Al finalizar nos fuimos a la inauguración de una exposición del artista Omar Nava en el Ex Convento del Carmen. La muestra de su dibujo, titulada Identidad no global reúne personajes de diferentes y variados estilos que parecen mirar siempre desconfiados a su espectador. El artista era acompañado en el mismo espacio por inmejorables exposiciones de los maestros Wolfgang Scholz, Perenzales, Peter Marín y Gustavo Bustos. Al terminar regresamos a casa de Mariano Espinal, con nosotros iba la poeta Amalia Gog. Entre el ron y la charla de poesía (que, al fin, es hablar de todo y nada) se nos fue parte de la noche. Amalia partió. Mi anfitrión y yo aún estuvimos un rato más restándole al tiempo valor, hablando de cualquier cosa. Un nuevo día se acercaba y yo debía prepararme para el último día del taller ráfaga de poesía en el Malasangre.



La mañana del sábado la pasé trabajando y charlando amenamente con la madre de Mariano que recién llegaba desde su natal Honduras. Por la tarde cerramos el ciclo del taller con temas sobre la lectura en voz alta, el manejo de los estilos, los tiempos verbales y finalizamos con una lectura de poesía contemporánea que reúne rasgos de lo compartido en el taller. Cuando oscurecía comenzaron a prepararse para una lectura de poesía joven encabezada por Xel-Ha Lopez, Jesús María Flores y Arehf Palacios y convocada por Ediciones El Viaje. La lectura fue aderezada con un grupo de trova que nos puso a bailar a lo largo de la pista (porque a lo ancho estaban las mesas).



Más tarde, esa misma noche, la artista y poeta Gabrielle Ville Vicenzio me invitó al cumpleaños de Kenny, una de las cantantes de rock más sólidas e importantes de la escena mexicana. Kenny, quien se dio a conocer con el grupo de rock de los ochentas Kenny y los Eléctricos, se acompañó de tres músicos (entre ellos su pareja, el bajista Edgar Carrum) para ofrecernos un pequeño concierto a manera de celebración. Al poco tiempo que llegué a la fiesta se nos unieron Carmen Green, una conocida psicóloga, artesana, cantante, locutora y demás de Guadalajara, Axon Rivera y Francisco de la Cruz, guitarrista y vocalista de Los Corcel, respectivamente. También nos acompañó el amigo arquitecto y artista Gabriel Gaboides. Cuando la fiesta terminaba y ya todos empezaban a irse me reuní con el editor y poeta Marco Antonio Gabriel, el autor Erick Nolazco, el escritor Juan Cervantes, el poeta Víctor Hugo Ábrego y los excelentes amigos Jean Pierre Fragoso y Manuel Corona. Nos dirigimos a una fiesta clandestina en el centro, a donde acuden los tatuadores, perforadores, rastas, y demás tribus urbanas en total armonía. La fiesta se extendió y se extendió con música de los 80’s que nos hizo recordar los primeros pasos en la tierra. En un momento ya inubicable de la noche Juanito Cervantes nos convenció de ir a la Mutualista, conocido lugar cerca del centro de la capital tapatía. Cuando llegamos, por supuesto, el lugar ya estaba cerrado, pero las influencias y la palabra cálida de Juan logró que nos metieran a tomar la última cerveza y platicar un rato con el cantinero, ese personaje mitológico que lo sabe todo a toda hora. Salir a esa hora a las calles solas de Guadalajara depara siempre cosas inolvidables. Encontrarse con un candidato a diputado por el PAN que defendía a capa y resortera al presidente Calderón y nos prometía cambios en una hora en que los cambios son lo más remoto es cosa sencilla pero memorable. Encontrarse también con travestis más estéticos que las modelos londinenses, mujeres pequeñas con faldas aún más pequeñas de estampados felinos que son maltratadas a besos por hombres que parecen recién llegados de alguna comunidad latina en California, hombres tomados de la mano de otros hombres, gente ansiosa, gente paciente. Una vida distinta pero real sale a caminar a las calles de Guadalajara cuando la decencia duerme. Nosotros dimos una vuelta obligada por La Calzada y la Plaza del Mariachi de madrugada. Regresamos al departamento que comparten Jean Pierre, Manuel y Víctor Hugo donde nos esperaba un licor de la realeza: el Tonaya, y por supuesto, mucha poesía. Leíamos y leíamos, charlábamos y charlábamos, reímos y reímos hasta que un llamado superior nos conmovió: el primer “menudo” del Mercado Corona. Fuimos definitivamente los primeros en llegar y también, con los primeros rayos del sol, fuimos los primeros en huir. La fama del menudo en el Corona está, ahora lo sé (aunque yo no comí más bien sólo lo probé), muy bien merecida.



Claramente ya era domingo. Del departamento de nuestros amigos Marco Antonio me dio un aventón a la casa donde me estaba quedando. Nos fuimos en su motocicleta, él adelante con un pequeño casco por aquello del no te entumas, yo atrás resistiendo los embistes de la caja-maletero. El aire frío en la cara por una avenida Federalismo sola como una isla de seis carriles que se extiende, la luz casi azul de la mañana primeriza, la motocicleta acelerando e intentando rebasar los fantasmas de los aún no convocados a lo cotidiano, la adrenalina del inmediato recuerdo de lo vivido, cerraban con broche de oro los tres días de intensidad que Guadalajara me había ofrecido.



En casa de Mariano descansé sólo unas horas, la bella poeta Amalia Gog me había invitado a desayunar a su casa. A las 11:00 am recibí su llamada, al medio día pasó por mí. Había cocinado unas enchiladas con mole de chocolate y chipotle que comimos después de un rato… sí, después de dos Gatorades, dos aspirinas y un café hervido lentamente en una hermosa moka italiana. Eran las cuatro de la tarde cuando regresaba, en camión, a mi tierra. Gracias a todos, por extenso o breve que haya sido nuestro encuentro: a Mariano, Fong, Siara, Cristina, Braulio, Andy, Amalia, Jesús María, Xel-Ha, Arturo, Fer, Blanca, Jesús Cruz, Marco Antonio, Erick, Jean Pierre, Manuel, Víctor Hugo, Juan, Gabrielle, Francisco, Gabriel, Axon, Carmen, vaya pues, a todos.






Foto del Malasangre, escenario poético.




Otra esquina del Malasangre.




Fer Zaragoza, Arturo Accio y Flo presentando en libro Adicciones Permitidas, de Accio.




Con Flo y Arturo Accio.




Boleto de entrada al Panteón de Belén.




Foto de la entrada al Panteón de Belén.




Con la poeta Amalia Gog.




Lectura de nueva poesía: Arehf Palacios, Jesús María Flores y Carla Xel-Ha.




Kenny Eléctrica y Edgar Carrum.




Gabriel Gaboides, Axon Rivera, Francisco de la Cruz, mzp y Carmen Green.




Con la artista y poeta Gabrielle Ville Vicenzio.




Erick Nolazco, Manuel Corona, Juan Cervantes, Marco Antonio Gabriel, mzp y Jean Pierre Fragozo.




Amaneciendo en Guadalajara.




El emblemático pinole del Mercado Corona de GDL.



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