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No hubo poder humano que me hiciera incorporarme a la actividad matutina. Poco antes del medio día, con un café que amablemente me brindó nuestra coordinadora, cocinera, ama de llaves, amiga y todóloga Linda Rosa, comencé a conocer a los poetas participantes. Como había perdido el grupo de la mañana (cosa que ahora agradezco) salí con otro grupo que realizaría actividades en un hospital para niños enfermos especialmente de cáncer, llamado Hospital San Jorge. El impacto de estar allí fue impresionante, sentí a cabalidad lo que muchas veces he escuchado sobre los niños enfermos que muestran más valor, entereza y alegría que muchos que no lo están. Los poetas del grupo, que leyeron poesía a niños que caminan conectados al catéter e incluso a algunos en la misma cama en que convalecían salieron de allí conmovidos por la fuerza de los pequeños.
No hubo poder humano que me hiciera incorporarme a la actividad matutina. Poco antes del medio día, con un café que amablemente me brindó nuestra coordinadora, cocinera, ama de llaves, amiga y todóloga Linda Rosa, comencé a conocer a los poetas participantes. Como había perdido el grupo de la mañana (cosa que ahora agradezco) salí con otro grupo que realizaría actividades en un hospital para niños enfermos especialmente de cáncer, llamado Hospital San Jorge. El impacto de estar allí fue impresionante, sentí a cabalidad lo que muchas veces he escuchado sobre los niños enfermos que muestran más valor, entereza y alegría que muchos que no lo están. Los poetas del grupo, que leyeron poesía a niños que caminan conectados al catéter e incluso a algunos en la misma cama en que convalecían salieron de allí conmovidos por la fuerza de los pequeños.
Después un grupo conformado por los poetas españoles Chema Cotarelo, Paco Vaquero, el poeta panameño Porfirio Salazar, y Luis Estrada, un caballero de la localidad que gentilmente se ofreció a darnos un recorrido por el área turística, salimos hacia el Viejo San Juan. La larga caminata incluyó el edificio del Congreso, una estructura legislativa típica hecha de mármol y piedra, la muralla que defendió el puerto de San Juan hace siglos, la garita de la Puerta de Tierra, la fortaleza del Morro, sede de la defensa del puerto, la plaza Colón, el museo de las Américas, el hotel Las Aves del Paraíso, la plaza principal y prácticamente todas las calles del Viejo San Juan. Terminamos esa tarde con mi primer encuentro cercano con la comida tradicional de Puerto Rico, la que está hecha a base de plátano: frito, cocido, machacado, rebanado, horneado, tostado, relleno, etc., etc., etc. Ahora mismo describo los cinco platillos ganadores del viaje a Puerto Rico, algunos de ellos con nombres bien interesantes. Primero están los Tostones, son rebanadas de plátano verde aplastadas y tostadas que se usan en muchas casas como un sustituto del pan (por supuesto las tortillas ni las conocen), sirven para acompañar casi todos los alimentos; luego está el Mofongo, plátano verde frito y mezclado como un puré seco con ajo, puede llevar un bacalao encima o se puede hacer con la forma de una ollita y relleno de pollo, carne o mariscos; le siguen las Alcapurrias, grandes croquetas hechas de masa de plátano guineo y rellenas de carne; luego sigue el Arroz con Gandules, un arroz preparado con tomate o achiote que toma un color amarillo como de paella y que está mezclado con tocino y gandules, una especie de lentejas grandes; por último está el plato más tradicional de Puerto Rico: Arroz con Habichuelas y Bisté Encebollado, arroz blanco que se sirve con una taza de habichuelas (que no es otra cosa que frijoles enteros espesos guisados con tomate y especias) y una simple pieza de carne con cebolla acaramelada que sabe totalmente distinto del que preparamos en México, principalmente por los condimentos utilizados en su preparación. Aunque hay otros platillos recomendables como las Pastelitos que son tamales hechos de masa de plátano, rellenos y cocidos en hoja de plátano o el Mangú que es un puré suave semidulce hecho de plátano y cebollas, esos cinco fueron los que me cautivaron.
Tras la comida nos trasladamos al Centro Cultural Casa Aboy, para una lectura de poesía de algunos de los compañeros. En ella participamos Frank Báez (República Dominicana), Robert Max Steenkist (Colombia), Jesús Bárquet (Cuba), Esteban Charpentier (Argentina), yo (México) y de Puerto Rico los poetas Etnairis Rivera, Jorge David Capiello, José Luis Vega y Ana María Fuster. Después del coctel ofrecido por los organizadores nos reunimos un grupo de poetas para cometer la primera transgresión del festival: irrumpir con la poesía un bar de reggaetón en el que nos habíamos reunido la noche anterior. Lo conformaban los poetas Esteban Charpentier, Frank Báez, Robert Max Steenkist, Mario Z Puglisi más Salvador Medina Barahona (Panamá), Waldina Mejía (Honduras) y Vladimir Baiza (El Salvador). Sucedió lo impensable, un estridente bar lleno de universitarios junto a una ruidosa gasolinera se detuvo por unos cuantos minutos para que los susodichos llevaran la poesía fuera de los recintos mal llamados sagrados. La noche terminó tarde ese día, pero con los corazones llenos aún de festejo.
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La muralla que rodea al Viejo San Juan.
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La comunidad de La Perla, Puerto Rico.
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Francisco Vaquero, Luis Estrada, Chema Cotarelo y Porfirio Salazar.
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